En los jardines de la Plaza de Oriente de Madrid, entre el palacio real y el teatro real, se halla la estatua ecuestre del rey Felipe IV de Augsburgo, realizada en 1640 por el escultor florentino Pietro Tacca. Se alzan monarca y caballo en un elevado pedestal rodeado de esculturas, relieves y estanques. Un monumento de los más admirados de Madrid por belleza y elegancia que inauguró Isabel II en 1843 y que cuenta con lo que otros no tienen:
la relevancia de las personas que intervinieron en su ejecución.
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