
La obra representa a la diosa Venus en una pose erótica, tumbada sobre una cama y mirando a un espejo que sostiene el dios del amor sensual, su hijo Cupido. Se trata de un tema mitológico al que Velázquez, como es usual en él, da trato mundano.
No trata a la figura como a una diosa sino simplemente como a una mujer. Esta vez sin embargo prescinde del toque irónico que emplea con Baco, Marte o Vulcano.
Solo está el cupido alado de Venus.
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